Estamos a pocos días de un aniversario verdaderamente importante para la actividad de seguros en Uruguay. El próximo 14 de octubre se cumplirán treinta años de la promulgación de la ley 16.426, “de Desmonopolización de los Seguros”.
Ocurrió en el año 1993, durante la presidencia del Dr. Luis Lacalle de Herrera. Por la misma se aprobó la desmonopolización del Banco de Seguros del Estado y se declaró libre la elección de las empresas aseguradoras para la celebración de contratos de seguros sobre todos los riesgos, con excepción de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales.
Posteriores decretos fueron completando una normativa que inteligente y persistente que siempre –en esta nueva etapa del país- apuntó a la libertad.
Desde el 27 de diciembre de 1911, regía nuestro mercado la ley 3.935, promovida por el gobierno del señor José Batlle y Ordóñez y defendida a nivel parlamentario por el ministro de Fomento José Serrato. Los archivos del Poder Legislativo, cobijan uno de los debates ideológicos más fermentales del siglo XX, con el propio Serrato y el diputado José Pedro Massera como protagonistas principales.
Nació con esa ley el Banco de Seguros del Estado y su monopolio, que rigió durante ochenta y tres años, respetándose la actividad aseguradora de las empresas privadas instaladas hasta ese momento, las que actuaban principalmente en riesgos de incendio y marítimos.
Tres décadas después de aprobada la ley 16.426, “de Desmonopolización de los Seguros”, todo es diferente en la plaza uruguaya.
Quince compañías y siete mutuas participan y compiten, reconocidas por la autoridad financiera del Banco Central del Uruguay. Destacados brokers de reaseguros son elogio de un escenario sano y estable. Año a año se verifica crecimiento de la actividad. Los productos se multiplican, mejoran su calidad y llegan a sectores poblacionales tradicionalmente excluidos del acceso al seguro y sus beneficios. Las tarifas mejoran, los servicios también.
El mercado uruguayo cuenta además con una ley joven, la número 19.698, que regula el contrato de seguros desde fines del año 2018.
En lo que refiere al asesoramiento e intermediación, es notable el desarrollo alcanzado por esta profesión, que asimismo presenta el desempeño de varias organizaciones gremiales de prestigio.
El avance e incorporación de tecnologías, no ha quitado su lugar al factor personal, presencial, humano, del Corredor Profesional de Seguros. En Uruguay -no pese a- sino al mismo tiempo que avanzan el factor tecnológico, el teletrabajo, la virtualidad, el Metaverso, la inteligencia artificial y la robótica, el Corredor de Seguros continúa siendo el médico de cabecera de personas, familias y empresas. Nada de lo moderno es, ni lo será, comparable a la sabiduría que habita ese portafolio siempre de la mano de la Corredora o Corredor y que acude cuando las papas queman. Para prever, para analizar, para avisar, la opción más adecuada para el seguro a contratar, o renovar. Para apoyar y colaborar cuando un siniestro requiere de indemnización.
“El futuro ya pasó”. Así sostuvo ese brillante filósofo que es Osvaldo Burgos, histórico columnista argentino de PóLIZA. Refería a que ya habían pasado casi treinta años desde la desmonopolización de seguros en Uruguay y sin embargo el mundo asiste a una monopolización de todos los datos.
Todo cambia. Hay pues muchos desafíos que se suben a la mesa de quienes deben tomar decisiones. Automotores autónomos (sin conductor humano), viajeros remotos (hacia la Luna), asegurados integrales en su movilidad (no importa el vehículo, sino quién lo conduce y cómo),
Uruguay sigue acumulando muertos como hace treinta años, o más décadas. En el año anterior 428 personas murieron aquí en accidentes de tránsito.
Nuestra tierra tiene sed y parte importante de su producción colapsa. Universos en tercera dimensión, criptomonedas y blockchain están cada vez más cerca. Mucho más nos traerá la libertad en los próximos treinta años.
Diego Martínez