Con los árboles mirando al cielo

En Uruguay no estamos acostumbrados a la prepotencia del viento. El pasado martes 23 de agosto nos sopló fuerte, a más de 150 kilómetros por hora en algunas zonas, y hoy mordemos unos cuantos dolores. Varios compatriotas muertos, muchas personas lesionadas, casas y autos destruidos, techos volados, cables y antenas derrumbados, miles de árboles en el suelo.

En algunos ámbitos, todavía el viento parece seguir soplando. En hospitales, comedores públicos, comisarías, hasta en las propias veredas, las secuelas están a la vista. Los corredores de seguros y las compañías, por su parte, trabajan en estos días con inusual agitación. Los expertos dan cuenta de que episodios de estas características han venido ocurriendo cada cuarenta años en Uruguay. Para nuestra cultura, esa frecuencia es terrible, pues probablemente todo quede como material para relato intergeneracional -de futuros abuelos a futuros nietos- y nada o casi nada servirá para que un futuro huracán llegue dentro de cuarenta años, o dentro de cuarenta minutos, y no logre sorprendernos.

Hoy tenemos en voz baja un debate respecto al papel que debieron asumir los meteorólogos en la predicción del fenómeno ocurrido y a los criterios de comunicación que maneja la Dirección Nacional de Meteorología. PÓLIZA procurará que el mismo cobre la resonancia que merece. Está claro que en estas situaciones la comunicación es fundamental y la prevención también.

Del mismo modo, PÓLIZA apoyará las iniciativas que apunten a organizar respuestas para los efectos de catástrofes. Ya existen vecinos movilizados en torno a la idea de crear algo que denominan «Emergencia Urbana» y que podría constituirse en un referente civil para estas situaciones. Estaremos atentos a su evolución. El cigarrillo, el tránsito, la delincuencia, producen en nuestra sociedad muchas desgracias. Nuestra prédica a favor del uso obligatorio del cinturón de seguridad, de la libreta de conducir por puntos, de la creación del Sistema de Emergencias 911, ha ido dando sus frutos. No es suficiente, no alcanza. Queremos más frutos. Del mismo modo que no pueden seguir muriendo cinco mil personas en este país por el tabaquismo, tampoco el viento -un eficaz aliado cuando se lo conoce y se lo sabe orientar- puede llevarse vidas y patrimonios como ha ocurrido recientemente. Es que tampoco los árboles de nuestras ciudades tienen como destino el suelo y la motosierra. Ellos deben estar siempre mirando al cielo.

DIEGO MARTÍNEZ / DIRECTOR

Publicada el
Categorizado como Opinión

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *